El cliente, soltero, quiso concebir su vivienda pensando en sus visitas. De esta forma deseaba un gran salón, una habitación de invitados y una cocina con barra americana para poder cocinar frente a ellos.

La solución propuesta elimina el setenta por ciento de los muros.  Se consigue una sucesión de espacios amplios y desahogados (antes inexistentes), sin reducir el número de estancias original.

La sala de estar se transforma en un gran salón iluminado por dos ventanales. Este espacio le aporta una nueva escala a la vivienda y transforma por completo la experiencia del usuario. En caso de recibir visitas, es posible privatizar una parte de manera temporal a través de un tabique móvil.

La angosta cocina se abre al pasillo, creando una iluminada estancia central. Su posición la convierte en la conexión entre el resto de espacios. Para evitar la sensación de atravesar la cocina en cada uno de los desplazamientos, ésta se materializa como un elegante objeto de diseño cálido y depurado, a la vez capaz de pasar inadvertida, o en caso de necesidad,  de acoger a los invitados en momentos de convivialidad.

El espacio del retrete ha sido reemplazado por un conjunto en carpinteria hecho a medida que contiene una apertura sobre la ventana existente (permitiendo la iluminación natural de la entrada), un armario y un espacio donde instalar disimuladamente la lavadora y la secadora.